viernes, 9 de noviembre de 2012

Argentina introduce el voto a los 16 años. Nicaragua, Cuba, Ecuador e Irán son países que ya lo tienen. ¿Se beneficia la democracia si podemos votar a una edad más temprana?



Las democracias de América Latina se siguen reinventando. La última novedad es el voto joven introducido en Argentina, un país cuya democracia ensaya fórmulas, a veces, polémicas.
Con el visto bueno al derecho a voto desde los 16 años, Argentina se convierte en uno de los pocos países, a nivel mundial, que lo habilita. Hace pocas horas, la Cámara de Diputados de ese país se encargó de cerrar un larvado debate que ha sacudido al país sudamericano.
La ley obtuvo 131 votos a favor, apenas 2 en contra y solamente una abstención. Hasta la saciedad, se ha argumentado que al aumentar el radio de la edad del voto, la democracia argentina es la que gana.
Traducido en cifras: más de un millón de jóvenes de entre 16 y 17 años quedan habilitados para votar. Otro detalle: la inmensa mayoría de ellos son seguidores de la Presidenta Cristina Fernández.
Y Fernández, como se sabe, busca ser reelecta cuando termine su mandato en 2015. La estrategia es sencilla: el millón de jóvenes podrá votar en las legislativas de 2013. El objetivo es aumentar el número de diputados electos, creando la masa suficiente para obtener la reforma constitucional. Cristina Fernández, de esta forma, despeja el camino a su reelección, dentro de los parámetros de la democracia.
Interesante pregunta: ¿Hasta a dónde pueden llegar las fórmulas para que los mandatarios se perpetúen en el poder? Si en el último lustro hemos aprendido de nuevos métodos tolerados por las maltrechas democracias del continente, donde mandatarios han logrado burlar los cercos constitucionales para atornillarse a sus sillones presidenciales, es de esperar que el voto joven introducido en Argentina se convierta en un virus por América Latina.
Tiene una fachada muy elegante, porque se justifica con el argumento de que los jóvenes, con su voto, adquieren una madurez civil y democrática al quedar habilitados para elegir diputados y presidentes.
Haciéndonos eco del debate que lanzamos días atrás en las redes sociales, con la pregunta de si los jóvenes a los 16 años están preparados para votar, encontramos opiniones como la de Ángel Bernal, cuando dice que “lo que me preocupa es que la televisión aliena y reduce la capacidad de análisis político de los jóvenes, y la televisión en América Latina está en manos de los dueños de las multinacionales que colocan gobiernos a su discreción, si reducen la edad más, prontamente veremos a jóvenes alienados que se sienten en la democracia”.
Juan José Martínez replica que “sería una interesante manera de ver el verdadero impacto de las redes, pues ellos lideran ahí, están cansados de la corrupción y en la mayoría de los casos, muestran una madurez que hace tambalear lo tradicional. Además, están dentro de la franja para la que apunta el consumismo”.
Una opinión más pragmática es facilitada por Antigonum Caján, al decir que “ya que no obtendrán escolaridad o empleo en la adultez, que tengan el placer y la ilusión de escoger el gobierno que se robará la cruz con los clavos, para emigrar luego”. José Roberto Escamilla se inclina a que la edad para votar “debería volver a los 21 años. Según dicen, a esa edad el cerebro se termina de desarrollar.  Antes de eso muchas decisiones se toman de manera emocional”.
A lo cual responde Delmi Euceda: “Creo que no es la edad la que define si tienes o no la madurez de saber si estás preparado para votar, hay que a los 30 o 40 años que no saben en qué consiste votar”.

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